Smart choices make the difference between karma and fate.
Pocas veces en el día tenemos la oportunidad de cambiar el cómo, cuándo y qué pase. Pocas veces en el día tenemos un break en el que Dios o la vida nos permiten hacer algo realmente bien y por nuestras propias manos. Hoy tomé una decisión que por más sencilla que parezca, puede haber sido la decisión más difícil de mi día. Momentos como este hacen que piense en todas las decisiones que tomé y tuvieron consecuencias que no quise con personas que aún quiero.
Lamentablemente, para la vida no existe un manual que nos diga cómo reconocer estos momentos, cuánto tiempo tomarnos para decidir y mucho menos nos dice qué decisión tomar. Bonito sería saber exactamente qué hacer cuándo viene alguien de tu pasado a remorderte la mente y decirte que tomes decisiones que si no fuera él o ella tomarías. Bonito sería saber qué contestarle a tu mamá cuando dice exactamente las palabras que no esperabas escuchar y que de pronto detonan una bomba de tiempo en tu cerebro que explota en una serie de palabras que no sientes, no piensas, pero que en ese momento salen como veneno en forma de saliva.
Bonito sería poder tomar decisiones correctas todo el tiempo, mucha gente dice que de los errores se aprende y que está bien cometerlos, pero que la segunda vez "no es un error, it's a choice". El ser humano ha sido comprobado ser el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces... Cometer errores es innato en nuestra naturaleza y debemos aprender a apreciarlos como parte de nuestra evolución personal, como una falla en la materia que no nos permite reconocer nuestros errores y proyectarlos en aquellos que nos rodean para echarles la culpa "maldita piedra del demonio". Sí, nuestro locus de control (oh, sí.. psicología for the win) será externo cuantas veces podamos echarle la culpa a alguien de nuestros errores. Quizás ese es nuestro más grande error, asumir que los errores no son nuestros, es él, que me llama; es ella, que me molesta, es él, que me trata mal...
Hoy, me siento orgullosa de haber tomado una decisión que quizás no tenga las mejores consecuencias del mundo, pero hace que yo me sienta bien de haberla tomado, porque cuidé mi imagen, porque hice lo correcto esta vez, en vez de dejarme llevar por todos mis impulsos de flaca loca que siempre intento controlar. Y Dios sabe que lo intento... Así que propongo, que por nuestro propio bien nos esforcemos en reconocer ese momento del día en el que todo puede cambiar a positivo, de reconocer las palabras y las alternativas y verlas detenidamente (aunque se nos apure) para tomar decisiones adecuadas... Porque no podemos controlar las consecuencias de nuestros actos, no podemos controlar el karma... pero somos dueños de nuestro propio destino y somos capaces de cambiarlo día a día.
Besos y sonrisas