Si me pusiera a escribir todo o que he hecho en tantos meses que no he tomado a la computadora por las teclas (bien ahí) y he dominado realmente lo que pienso y siento lo suficiente como para expresarlo en palabras, me demoraría la misma cantidad de meses.
Pero hay cosas que han cambiado en mi. Demonios que volvieron y se fueron y volvieron a venir. Luchas constantes, conmigo sobre todo, por sacar a flote a quien yo quiero que viva. Sacar a flote a la persona que yo quiero ser.
He puesto en mi cuarto un corcho, con frases que me inspira. Los que me conocen saben que me encantan las citas de gente conocida tanto como no, las palabras más sabias salen de las voces menos oídas. Y hay una, que me persigue, porque es algo que me cuesta mucho trabajar. Aquí está.
Como les dije. Me persigue como esa gran tarea que nunca termina... Y me deja con la sensación de querer cumplirla y a la vez de estar tan lejos de ella. Y qué fácil sería culpar a la vida por no ser tan positiva como yo, pues claro, cuántas desgracias nos ocurren día a día, qué sencillo es reconocer la pena, la tristeza, la molestia. Qué difícil es hallar a Dios, hallar el amor, hallar la felicidad, en nuestra tan limitada existencia.
Sin embargo, (acabo de caer en cuenta de que esto es algo que ya dije) para eso estamos aquí, para encontrar lo bello en lo feo, lo bueno en lo malo, la felicidad en la tristeza y el amor en la indiferencia. Para crearlo, para ordenarlo, para brindarlo y regalarlo a quienes más lo anhelan. Porque es en los corazones vacíos donde más podemos entrar.
No es fácil.
No.
Pero es bueno.